Creencias y supersticiones de por aquí (y alguna de por allá)

En estas tardes de verano tan de aquí, con su calma chicha justo antes de que salga el norte, o como decía mi abuela "un viento forastero que jode a los de casa" me dio por recordar creencias de estos lares. Algunas, bueno bastantes, tienen lo suyo. La fuente la mejor, mis abuelas, tradición oral y mucha vida a cuestas aunque ya no estén. Aquí van unas cuantas perlas, que de vez en cuando tenían cada cosa... 

1.- Si miras mucho al fuego por la noche meas la cama.
2.- Si juegas con cerillas por la tarde también meas la cama.
3.- Si tienes el mondongo (así llamaba mi abuela al periodo) no puedes tocar nada de la matanza por que la estropeas.
4.- Si comes cebolla no te pican las culebras.
5.- La nivea protege contra el sol. ( Supongo que por esto nos embadurnaba bien en verano)
6.- Dejar el pan boca abajo da mala suerte, para arreglarlo hay que darlo la vuelta y hacer tres cruces encima.
7.- Si comes escaramujos te pica el culo (y es cierto).
8.- Si el pan se queda blando es que va llover (no fallaba nunca)
9 .- Para que suelte bien la masa, por ejemplo de las orejuelas, había que hacerla una cruz encima y santiguarse.
10.- Que si aguantas la respiración no te pican las ortigas.
11.- Enseñar el culo a la luna llena es bueno para tener suerte con el dinero.
12.- Encender la vela del monumento del Santísimo de Jueves Santo cuando hay tormenta para que no estropee los campos.
13.- Trabajar el día de Pascua suponía la condenación eterna.
14.- Un cordón rojo atado al cuello el día de S. Blas protege de los catarros.
15.- El te de lastra con orujo blanco era el mejor remedio para los catarros (aunque tuvieses 9 años, como fue mi caso)
16.- El orujo blanco también es bueno para curar el dolor de muelas (enjuagando, aunque claro, al final lo bebías).
17.- (Este es una salvajada) si le cortabas la punta del rabo a un gato pequeño y le dabas orujo se quedaba pequeño para siempre.
18.- Esta es más amable, cuando los gatos se lamen mucho es que va a llover.
19.- Si se ven muchas bandadas de pajaritos es que va a haber boda.

Tradición y antiguas costumbres se entrelazan llegando a creer en ellas fuesen ciertas o no, de cualquier modo todas estas creencias formaron y forman parte de nuestra Historia, la del día a día, la de nuestros abuelos así que aunque solo sea por eso está bien recordarlas.

Y me despido con una máxima, cierta como pocas, de el gran Anselmo, un tío abuelo mío, legionario, que estuvo en la guerra del África (como decía mi abuela) que decía así:
"Si canta la perdiz y llueve, humedad" ;-P
¡Pasad una gran semana!

Autora: Tais Roldán -Foldada-
cosasdetais.blosgspot.com.es

LOS CUSTODIOS: PATRIMONIO VIVO DE NUESTROS PUEBLOS


Ahora que comienza la temporada estival, este año adaptada a la “nueva normalidad”, la figura de los custodios del románico cobra todavía más importancia. Cuando nos preguntan que hace único nuestro románico, hablamos de la cantidad, la calidad y la humanidad; el románico palentino no sería lo mismo sin esas personas que lo enseñan de forma desinteresada desde los albores de los tiempos.


No solo son los encargados de custodiar la llave del templo románico sino los cuidadores de dichos edificios, es por ello que cuando van desapareciendo por el inexorable paso del tiempo, las iglesias se quedan solas, desvalidas e incluso abiertas a su suerte. La despoblación acelerada que sufren nuestros pueblos nos lleva a plantear con miedo que pasará en un futuro no muy lejano e inevitablemente no podemos dejar de ver una realidad difícil o, ¿podemos creer en una posible utopía?.


La mayor parte de las pedanías de Aguilar cuentan con un testimonio románico de gran valor, dicho arte se ha convertido en uno de los emblemas de nuestra provincia, propaganda de las administraciones, objeto de deseo de lo entendidos, parada obligada de los visitantes y motivo de orgullo de los vecinos y vecinas; pero a veces no se le da el valor que se merece al encargado de que podamos disfrutar de todas esas joyas.



Puede que el aprecio a su figura me venga de herencia, puede que los que hemos sido un poco custodios entendamos que su papel no se reconoce lo suficiente y que incluso que a veces no es valorado. Por ello no estaría mal que al igual que queremos que el románico palentino sea Patrimonio de la Humanidad, busquemos por todos los medios que los custodios reciban el homenaje que se merecen pues ellos son nuestro patrimonio, único e irrepetible.

Este verano atípico cuando visitemos cada iglesia, cuando veamos a los custodios esperándonos en las puertas, cuando nos reciban con su sonrisa y sus ganas de mostrar su orgullo, no dudemos en darles las gracias y por un momento pensemos lo afortunados que somos.

Ojalá nunca desaparecieran…ojalá ellos fueran inmortales como su románico.


Autora: Cristina Párbole
La Huella Románica
Imagen: Pueblos Vivos




LA HISTORIA DE NUESTROS PUEBLOS. Castillito de Aguilar...


Existe una tendencia general entre muchos historiadores y parte de aquellos que leen las páginas escritas sobre nuestro pasado por creer que la historia se refugia en los grandes núcleos de población o en las más altas instituciones y personajes. Como si la historia fuera esa cultura que por diferentes avatares quedó recluida en monasterios y catedrales durante una parte del medievo. Todo lo demás, visión reduccionista donde las haya, se convertía al instante en un erial para la investigación y el conocimiento.



 De este modo, incluso, se ha llegado a relegar, casi hasta la omisión, a la historia local, la historia de nuestros pequeños pueblos y de las gentes que, con sus luces y sus sombras, les dieron vida y forma. Cuando lo que sucede es que, en realidad, no es posible llegar a comprender nuestro pasado sin este aporte cultural, etnográfico e histórico. Siempre quedarían huecos interpretativos y todo se reduciría a visiones más o menos sesgadas en las que se perpetuaría el olvido de una parte de nuestro legado que, por otro lado, nos ha conformado, sin ninguna duda, tal y como somos.

Esto ha sucedido, además, en todas las coordenadas geográficas, incluso en nuestra apacible Montaña Palentina donde la historiografía se ha centrado, una y otra vez, en narrar los hechos acaecidos en los principales núcleos de población sin tener en cuenta las interrelaciones que los mismos tuvieron con todos los pueblos y lugares que les han rodeado durante siglos. Es cierto que desde hace varias décadas la tendencia se está invirtiendo, pero el trabajo que queda por delante es aún duro, y muchos de los que se dedican a esta complicada –y apasionante- tarea son reducidos por los críticos a “meros” eruditos locales, y sus trabajos analizados casi con condescendencia. ¿Qué pueden aportar al conocimiento histórico?

Es por eso que aquí, con esta breve entrada, quiero reivindicar la importancia que para uno de esos núcleos estudiados desde varios puntos de vista –en este caso concreto Aguilar de Campoo- tuvieron las entidades poblacionales que le complementaban en el pasado y que aún siguen haciéndolo hoy en día. Sin analizar detenidamente las relaciones que existieron, y aún existen, entre estos pueblos cabeceras de municipio y de comarca con las pedanías de su entorno no será posible comprender en toda su dimensión el devenir de unos y de otros. Damos por sentado que para conocer el pasado de Matamorisca, de Villavega o de Valoria es preciso recurrir al conocimiento histórico que tenemos sobre Aguilar. Y es cierto. Pero no lo es menos que el proceso es igualmente válido a la inversa. Muchos sucesos solo podrán explicarse, por lo tanto, bajo la lupa de la comparación, de la vecindad y de la interdependencia.

He elegido uno de los muchos acontecimientos que se podrían señalar a este respecto por un motivo sentimental. Como una persona que creció jugando y explorando Aguilar y sus alrededores siempre tuve curiosidad por saber cuál era el origen y la causa de una coplilla que se ha recitado en la comarca durante generaciones. Castillito de Aguilar, dime quién te derrotó… ¿Qué explicación nos daban cuando éramos niños? ¿Se puede entender en toda su dimensión la historia de Aguilar y de su castillo sin comprender en profundidad los procesos históricos que acaecieron en toda la comarca? La respuesta es clara y contundente, no.

Si queremos acercarnos a una posible explicación sobre el significado último de esa copla –que es solo un ejemplo entre muchos, como ya he señalado- es preciso retroceder varios siglos en la historia y adentrarnos en el devenir del Valle de Gama, una demarcación señorial que se componía de cinco pueblos que hoy forman parte del ayuntamiento de Aguilar de Campoo: Gama, Puentetoma, Renedo de la Inera, Valdegama y Villacibio.

A finales del siglo XI, lo que demuestra una vez más lo antiguo de los asentamientos estables de nuestros pueblos y lugares, el rey Alfonso VI concedió el Señorío de Gama, de su castillo y de su pequeño alfoz a Nuño Pérez de Lara, miembro de una de las familias que más peso y proyección tuvieron en el norte de la Corona de Castilla a lo largo de los siglos medievales y modernos. En el siglo XV, sin embargo, fue la Casa de la Vega la que aparece como depositaria de los derechos sobre Gama y ya en el siglo XVI pasó a pertenecer al conde de Osorno, Pedro Fernández Manrique, quien mantuvo un duro enfrentamiento con su primo -el marqués de Aguilar de Campoo- para afianzar legalmente dicha posesión.

Durante la primera década del siglo XVI tanto Garci Fernández Manrique de Lara como su hijo Luis Fernández Manrique de Lara, I y II marqués de Aguilar de Campoo respectivamente, interfirieron activamente en el Valle de Gama, llegando a introducir gente armada en él con el objetivo de ampliar su poder en un territorio sobre el que no tenían derecho alguno pero que estaba en la órbita de sus enormes posesiones jurisdiccionales. Estas intromisiones impulsaron al conde de Osorno a llevar al marqués de Aguilar a los tribunales porque entendió que tales acciones iban en contra de su derecho señorial, de su jurisdicción civil y criminal y de su potestad para nombrar alcaldes en la villa de Gama y en el resto de poblaciones dependientes de ella. Finalmente, en 1513 se confirmó el derecho del conde de Osorno al señorío sobre el Valle de Gama y se prohibió al marqués de Aguilar perturbarlo en modo alguno.

Y parece que fue esta lucha por el control del Valle, y la posterior derrota judicial -no en un enfrentamiento armado como siendo niños soñábamos que fue- de los marqueses de Aguilar, lo que produjo la aparición de esa copla popular que se sigue recitando aún hoy en día en gran parte de la comarca.

Castillito de Aguilar,
dime quien te derrotó.
El castillito de Gama,
que pudo más que yo.

El Valle de Gama quedó de este modo perfectamente ligado a la rama de los Manrique de Lara que ocupó el condado de Osorno hasta que, en 1675, Ana Apolonia Manrique de Lara, VIII condesa de Osorno, murió sin descendencia. Este capricho sucesorio hizo que tanto el título como las posesiones territoriales que llevaba aparejado pasasen a engrosar el patrimonio de su pariente más cercano, Antonio Álvarez de Toledo y Enríquez de Ribera, VII Duque de Alba de Tormes.

Un suceso puntual, un hecho histórico y parte de leyenda que, analizado en su justo contexto, permite enriquecer la historia de nuestros pueblos y nuestras gentes, de todos nosotros. Y ese pasado común es, sin duda, uno de los valores que hay que potenciar para trabajar en el presente sobre la base de la confianza, la colaboración, el respeto y la solidaridad.


Autor: Alberto Corada
Instituto Universitario de Historia Simancas
Imagen: Pueblos Vivos

NO LO LLAMES SOLEDAD

A veces, la soledad no es la dificultad más dura en nuestros pueblos. A veces, hay quien la busca y la disfruta. Es muy posible que todos conozcamos algún caso en nuestro pueblo o en otro cercano, de alguna persona que es feliz sin compartir y que en contadas ocasiones le hemos visto pasear por nuestras calles. Sin embargo, nada que objetar ante tal decisión de vida. Totalmente aceptable debe ser para el resto de los vecinos del pueblo.





Pero el motivo de mi reflexión es otro, no es esta soledad buscada que si repasáramos la historia, nos daríamos cuenta de que  está llena de personajes que transitando en ella se sintieron felices. Hoy, desde mi punto de vista madrileño y rural, me gustaría detenerme en una de las actitudes que menos me agrada de toda la panoplia de situaciones que conozco.

Estoy seguro de que al igual que pasa en mi pueblo, pasa en muchos, e incluso me podría aventurar que si no en la totalidad, pues no me gusta hablar de absolutos, si en la gran mayoría. Y es este otro tipo de soledad, la que ha surgido ocasionada por los problemas que se quedan sin resolver entre vecinos, ya bien por disputas pueriles y sin sentido o por las más rectas y propiciadas por la injusticia.

La mayoría de nuestros pueblos tiene pocos habitantes y por suerte o por desgracia todos se conocen. Incluso a los que hemos llegado hace poco, también se nos llega a conocer, pues damos pistas para que los vecinos se vayan haciendo una idea más o menos certera de cómo somos. Aunque llevo tan solo un par de años por aquí, estoy seguro de que mis vecinos están al tanto de mí, más de lo que yo pienso que saben.

Los que hemos vivido en una sociedad llena de personas que caminan por grandes avenidas, esas en las que te quedas un buen rato sentado en un banco en mitad de la calle y dedicas un tiempo  tan solo a contemplar, a ese ejercicio delicioso de observar, te percatas de la cantidad de silencio que existe entre los caminantes, pese al ruido de los vehículos y de las charlas que el resto de las personas se van contando. La soledad también existe en las grandes ciudades y el bullicio, normalmente hace que pase desapercibida.

Y yo pensaba que en un pequeño pueblo de no más de unas decenas de personas, la pura y egoísta necesidad del vecino para que te ayude a resolver una gotera, que te cuide las vacas o ponga la comida a los perros cuando tú no estés, ayudaría a una relación más cercana. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla como un neófito piensa. Compruebas que las distancias entre vecinos, incluso de casas contiguas, es tan grande como la de los paseantes por las grandes avenidas de las ciudades. Qué perduran rencillas por cualquier menudencia que no se ha llegado a hablar de frente, o que la generosidad se ha gastado porque tu convecino lleva tirando de la cuerda para su sitio durante demasiado tiempo, incluso que ha prevalecido lo mío antes que lo de todos y por eso me enfado.

Y aparece la soledad de un vecino, sin entrar en la consideración de que si tiene razón o no, pero que nos lleva a la conclusión de que pasa su tiempo castigando su pensamiento y agrandando el problema que no se llegó a solucionar. Y además, solo. Este personaje que os escribe su opinión conoce algún caso, como creo que la mayoría de los lectores, y creedme, visto desde una perspectiva ajena al problema, la soledad en los habitantes de los pueblos ocasionada por “malos rollos”, sobre todo en personas de mucha edad, es un problema que llama la atención y no es agradable.

En fin, estas cuestiones han humanas que sirven para darte cuenta de que los habitantes de las urbes sienten soledad y los de los pequeños pueblos también. Qué no importa cuántas personas estén de paseo, importa que estas personas, al menos durante los segundos que puede durar un saludo, sientan que su soledad les ha dejado un momento libre. Y busquen un modo de cambiar.

 Autor: Luis (Puentetoma)
Imagen: Pueblos Vivos

10 VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE VIVIR EN UN PUEBLO

Para que esta entrada no tenga la visión sesgada de quien suscribe (nacida y criada en un pequeño pueblo con el componente emocional que conlleva) he pedido a Luis, vecino y alcalde de Puentetoma quien ha pasado la mayor parte de su vida en Madrid, que me de su opinión y complete mi punto de vista.

"La vida en un pueblo pequeño es idílica, estás siempre conectado/a contigo mismo y la naturaleza, los vecinos son todos encantadores y generosos, tus hijos leen un libro en el patio dejándose arrullar por el canto de las golondrinas mientras tú te dedicas a cultivar tu huerto ecológico regado con agua de manantial traído por las montañas..." ¿creéis que estoy exagerando? así es...

Como todo en la vida los pueblos tienen "pros y contras". Y ya que hablamos de pueblos me refiero a pueblos pequeños, pueblos con pocas o ninguna tienda, pueblos con poco o ningún transporte público, pueblos con adn rural.

¿Quieres conocerlas? No están todas las que son... pero son todas las que están...


¡Vamos al lío!






10 VENTAJAS DE VIVIR EN UN PUEBLO

1. Te sientes libre.
No necesitas perder el tiempo en atascos para entrar y salir del pueblo, tampoco tienes que buscar aparcamiento, lo tienes en la puerta de casa. Si quieres ir a comprar, ocio o trabajo  en un minuto ya estás en la carretera circulando sin esperas. Si quieres pasear en la naturaleza sólo tienes que salir de casa andando y en minutos (o segundos) ya estás en la naturaleza haciendo una ruta sin tener que desplazarte ni organizar un fin de semana para tal fin. 

2. Tienes intimidad.
No tienes vecinos encima ni debajo porque vives en una casa. No los oyes tirar de la cadena, oír la televisión o discutir (ni ellos a ti). A los vecinos de la casa colindante tampoco los oyes (salvo que estén en el patio)  porque en los pueblos de momento no se lleva el pladur pero si las paredes medianeras, un invento de tiempos pasados que evitó muchos malestares modernos.

3. Tienes espacio.
Las casas de los pueblos por pequeñas que sean son más grandes que la media de los pisos y además suelen tener patio. Y aún no teniendo patio tienes la calle. Y no sólo espacio en el hogar sino espacio interpersonal ya sea en la calle, en la naturaleza o en los comercios.

4. Perteneces a una comunidad.
Una vez alguien me dijo "mucha gente y pocas personas", en los pueblos hay "poca gente pero muchas personas". En Madrid vives rodeado de gente, vive más gente en una comunidad de vecinos de un bloque que en muchos pueblos de Palencia, pero ¿cuanta gente te saluda por la calle?, ¿cuántos te echan una mano si lo necesitas?, en los pequeños pueblos el trato es personalizado. Aquí se habla con los vecinos, se ayuda a los vecinos y los vecinos te ayudan a ti. En los comercios conocen tu nombre y de dónde eres. Llámese paradoja pero es en los lugares donde no te tienes que dar codazos con la gente donde se encuentran personas, personas que son vecinos (o vecinos de pueblos cercanos) y que comparten las mismas necesidades sociales y colaborativas que tú.

5. Aún se encuentra autenticidad...

En esta sociedad en la que cada vez estamos todos más robotizados, globalizados y estandarizados en los pueblos aún se encuentra gente auténtica, personas que son ellas mismas, que viven según los criterios que ellos han decidido y valores personales, incluidos la HUMILDAD Y GENEROSIDAD.

6. ... y diversidad.
Antes los pueblos estaban cortados por el mismo patrón y en las ciudades era donde se encontraba la diversidad. Pero los tiempos han cambiado. Ahora hay muchos pueblos que nada tienen que ver unos con otros: pueblos que aún conservan atisbos de los los 60, pueblos eco, pueblos con una arquitectura peculiar, pueblos dedicados a la agricultura o la ganadería, pueblos donde sus habitantes trabajan online, pueblos nudistas, pueblos vacíos, pueblos que renacen, pueblos de gente abierta, pueblos de gente huraña... y lo mismo pasa con su "paisanaje", hay variedad y volviendo al punto anterior, hay autenticidad.

7. Es más barato.
Por el precio de un piso en una ciudad  en un pueblo pequeño tienes casa y jardín. Los impuestos son más baratos. Y la vida es más barata porque se gasta menos ya que hay actividades "gratis" como es ir al campo, a por leña, a atropar patatas...;-) 

8. Eres más autosuficiente.
En la España del SXXI si no quieres ser una especie de Robinson Crusoe rural al margen la ley diría que imposible una autosuficiencia total. Pero no me cabe duda que el lugar para cierto grado de autosuficiencia está en la España Rural. 
Para empezar tu tejado es tuyo (no de la comunidad de vecinos) por lo que puedes instalar placas solares y aprovechar el agua de los canalones. Puedes cultivar tus propios alimentos en tu huerto, y tener unas gallinas para que te den huevos caseros. Si no quieres depender de gasóleo (u otras fuentes externas) para calentar tu casa serás tú quien se encargue proveer de leña tu casa con las suertes de leña del monte, en otoño y primavera puedes recolectar setas, en septiembre moras, endrinas, en verano plantas medicinales... etc. Son muchos los recursos que tiene la naturaleza (cuando se la cuida y respeta). Como dice mi padre "el monte siempre te da algo gratis" (unas setas, unas flores, un palo de avellano... y siempre un paseo agradable).

9. Los niños son más felices.
A diferencia de la insatisfacción crónica de los adultos los niños suelen ser felices con poco. Yo no cambiaría mi infancia en el pueblo por nada. Sólo eramos tres niños (mi hermana, el vecino y yo) pero nos sobrábamos para disfrutar todo el día. Por las mañanas íbamos al colegio y por la tarde una vez hecha la tarea  nos imaginábamos que el pilón era la gasolinera y "repostábamos" nuestras bicis, íbamos de merendola, en invierno jugábamos en casa con los Playmovil o las Barbies horas y horas... nos llevaba mi padre a pescar al pantano, o un abuelo del pueblo a por setas. Si nevaba y no se podía ir a la escuela era lo mejor de los mejor, cogíamos un saco y a arrastrar el culo por la nieve todo el día. Eran los años 90, y aunque muchas cosas han cambiado las necesidades básicas no. Si algo recuerdo  es a nuestras madres relajadas sin necesidad de vigilancia y entretenimiento constante y a nosotros disfrutando de la libertad del pueblo y el contacto con las cosas verdaderas que da la naturaleza y la vida sencilla.

10. Hay wi-fi
Nos ha costado, pero la mayoría de los pueblos tienen wi-fi. No es banda ancha a 120 km/hora como la autovía sino Internet satélite, pero es lo suficiente para navegar, ver series y trabajar.
Como dice Luis cuándo le dicen que en su pueblo Intenet va lento "¿qué diferencia hay entre un milisegundo y un segundo?"




10 DESVENTAJAS DE VIVIR EN UN PUEBLO


1. Necesitas coche.
Si vienes a un pueblo pequeño esperando depender del transporte público para desplazarte es una mala idea. En un pueblo sin coche, o taxista (ya sea marido, madre, novia, hijo, vecino o amante...), te sentirás aislado porque aunque no hay atascos ni problemas de aparcamiento necesitas coche cada vez que quieras salir del pueblo.
Excepciones: transporte escolar, servicio de ambulancia y otros servicios que vienen al pueblo (panadero, carnicero, cartero, mensajería, butanero...)

2. El hospital suele estar lejos.
En el caso de los pueblos del norte de Palencia unos 100 km por lo que si eres hipocondríaco no es tu lugar. La atención primaria y las urgencias funciona como en todos los sitios pero si necesitas atención hospitalaria: 100 km. Que te tienen que hacer una prueba en el hospital... 100 km ( y otros 100 de vuelta), que te van a operar de apendicitis... 100 km,  te pones de parto...100 km. Y de momento es lo que hay. Resumen: te acostumbras a no ir al hospital por tonterías y le acabas cogiendo manía a "la capital" porque todos los viajes son al hospital o a hacer algún trámite burocrático que te ha costado 200 km.

3. Olvidados por las administraciones públicas.
Se acuerdan de nosotros... pero poco, principalmente cuando hay elecciones. Los pueblos necesitamos servicios, no por el número de gente que vive, sino porque la que vive tiene derecho a ellos. Por otro lado, pasado ese amor transitorio pre-electoral y sus promesas efímeras todo son trabas administrativas, aunque esto no es exclusivo de la España rural.

Y si se acuerdan a veces es peor, nos ven como "lugar de turismo" y, si la zona tiene encanto, se nos quiere convertir en un resort para el turista, o en otros casos, colocar macroganjas como promesa de progreso o en contraposición convencernos de que la gente en los pueblos puede vivir de un huerto y cinco gallinas. No pierdo la esperanza de que algún día (algún día...) nos gobierne quien nos conoce y no desde de un despacho y de que se deje de centralizar y "amontonar" todo (ya nos ha enseñado el Covid que los montones no son buenos...)


4. El vecino indeseable.
Una frase conocida es el mundo rural es que "cada pueblo tiene un tonto y una fuente". Por lo que si esperas instalarte en un pueblo con una vecindad inmaculada no digo que no exista pero yo verlo no lo he visto. Esta es una cuota que hay que pagar, como el impuesto de circulación.
El paisanaje de los pueblos, a grandes rasgos, ronda el siguiente porcentaje:
80 % gente "normal" (a los suyo, vive y deja vivir)
10 % gente extraordinaria y generosa (la esencia en frasco pequeño)
10 % gente indeseable (hay pueblos que este porcentaje se dispara)

Algunos ejemplos verídicos de nuestra Montaña Palentina:

  • Los "denuncialotodo" (que si me has pisado las cebollas, que si has pasado por "lo mío", que si ese huerto era de mi tatarabuelo...)
  • Los que vinieron a vivir al pueblo comprando la idea de "vida ideal" y les molesta el sonido de las campanas de la iglesia, las cigüeñas "cascando el ajo", las 5 gallinas del vecino, que pase el tractor etc.
  • Los "guarros" o los que creen que "el pueblo es suyo" (por allí una empacadora oxidada, por el otro lado las pacas echándose a perder, el cierre del monte apañado con cuerdas, cinta de pastor eléctrico, un somier viejo...)
  • Los vecinos de "verano y vacaciones" que no recuerdan que el resto de vecinos viven todo el año.
  • Etc.


Si aspiras a engrosar el censo rural recuerda que cada pueblo tiene su iglesia y su "tonto", puestos a escoger quédate con el que menos tontos tenga y sobretodo no seas parte de ellos.

5. Pueblos feos mal, pueblos bonitos peor.
Esto es como buscar pareja. Si es muy fea o muy feo... no motiva, si es muy guapa o guapo suele ser superficial. 
Si el pueblo es muy feo, en medio de la nada, dejado, con ruinas, en un páramo... cuesta encontrarle la gracia. ¿Qué pasa si es bonito? que se convierte en "pueblo maqueta" y le asola uno de los grandes males contemporáneos: el turismo de masas. Amén de la pérdida de identidad. ¿El pueblo ideal? feo con gracia o guapo con defectos. Huyamos de la perfección y del turismo masivo. Los pueblos son lugares para vivir.

6. Limitadas salidas laborales.
A pesar de la mejor comunicación que ha traído Internet y las autovías, los pueblos siguen adoleciendo de falta de perspectivas laborales, o mejor dicho, de variedad de oportunidades (y de nuevo me remito al punto 3)

7. El qué dirán.

Esto ha cambiado mucho y la gente es respetuosa con la vida de los demás, pero hablar... se habla, nos nos podemos aguantar...

8. También hay ruido.
No hay sirenas, ni ruido de coches (salvo que le cruce una carretera nacional) pero hay ruido, a un nivel mucho menor que en una ciudad, pero no es 100% silencio.
Si hay gallos tienen por costumbre cantar al amanecer, pasan tractores a trabajar el campo, un perro sobas que le da por ladrar, o a tu vecino cortando la hierba.

9. El invierno se nota más.
Hablando de los pueblos del norte de España donde el invierno atiza (aunque cada vez menos) este se hace más largo. A diferencia de una ciudad donde el invierno pasa más desapercibido entre las luces nocturnas y la oferta cultural y de ocio, en pueblo sientes más el invierno. La naturaleza está de resguardo y apetece menos los paseos largos, la noche cae pronto y todo está más calmado.

10. Trabajas más.
Trabajas más... si quieres. Si vives en el pueblo como en la ciudad trabajarás igual pero si vives a lo rural sin duda no pararás... pero tampoco te aburrirás. 


Autores: Isis (Foldada) y Luis (Puentetoma)
Imagen: Pueblos Vivos



LEÑAS VECINALES

Como sabéis quienes vivís en nuestros pueblos, la “suerte” de leñas es una de las ventajas que tenemos los que aquí habitamos. Tradicionalmente, los vecinos íbamos a cortar la leña al monte, siguiendo las indicaciones del guarda forestal, amontonábamos la leña cortada en tantos montones como casas y luego hacíamos un sorteo, que frecuentemente se acompañaba de una comida colectiva para celebrarlo, antes de que cada cual procediera a bajar la leña al pueblo. Con el progresivo envejecimiento de la población, mantener esta costumbre se ha ido haciendo cada año más difícil, por eso que en todos los pueblos estamos probando otros métodos que vengan a solucionar esta dificultad, para no perder estas suertes de leña.


En mi pueblo (Rueda de Pisuerga) este año es el primero que hemos ensayado una de estas nuevas fórmulas. La junta Vecinal nos propuso a los vecinos contratar la corta, recogida y reparto de la leña con una empresa local y nos sumamos a la iniciativa catorce casas, doce de las permanentemente abiertas más dos casas de vecinos temporales. Estas últimas se acordó que tocaran a media “suerte”, dado que su estancia en el pueblo no supera los seis meses. Se pidió presupuesto a tres empresas y se aceptó el presupuesto de una de ellas, por importe de 40 euros por casa. Una vez cortada y recogida la leña, el transporte a cada casa desde el monte se planteó como opcional: cada casa podía optar por recogerla y trasportarla o se podía contratar este transporte con algún vecino que tuviera tractor y remolque con el que poder hacer este trabajo. Se fijó un presupuesto de otros 40 euros para esta tarea y así se acordó con uno de los vecinos que contaba con esos medios. Ya sabíamos que desde hace unos años otros pueblos de la comarca empezaron a utilizar ésta u otras fórmulas parecidas. Aquí, como parece que la experiencia ha sido positiva, creemos que se va a implantar a futuro en la mayoría de nuestros pueblos, al menos mientras no cambien las circunstancias actuales. 

Fernando G. García (Rueda de Pisuerga)
Imagen: Unsplash

ORIGEN DE "PEDÁNEO"

Por estas fechas se cumple un año de las pasadas elecciones municipales de 2019 en las que salimos elegidos como alcaldes pedáneos algunos de los integrantes de Pueblos Vivos. Con motivo de este primer aniversario como representantes de nuestras respectivas localidades ( el primero para mí y alguno más,otros son veteranos en el cargo) vamos a analizar el origen histórico de "pedáneo" o "iux pedaneus".




El Diccionario de la Real Academia Española define “pedanía” como sustantivo de carácter administrativo así: Ente de ámbito territorial inferior a un municipio que carece de personalidad jurídica y que constituye una forma de organización descentralizada del municipio para la administración de núcleos separados.

A nivel etimológico, si buscamos la raíz propia del vocablo pedanía nos vamos al adjetivo latino pedaneus.
Dicho adjetivo se aplica a jueces o alcaldes de aldeas, circunscripciones territoriales menores o barrios. Viene del latín pedaneus (de a pie o un pie largo), un derivado con sufijo de relación o pertenencia -aneus, de pes-pedis (pie). Por tanto pedaneus se utiliza para jueces de pequeños territorios. El vocablo parece que se basa en la idea de “a pie” que marca aquel que no tiene rango para ser considerado caballero, y confluye también en el caso de jueces con la idea de un territorio que puede ser recorrido diariamente a pie. Pero además en época imperial empezamos a encontrar a veces un significado específico a la palabra pes-pedis, aparte de “pie”. Es el “suelo, base territorial, territorio”, un poco similiar a pagus (aldea, territorio rural), con la que pedaneus va adquiriendo un sentido de rural, ligado a la base del territorio.




En la antigua Roma este juez pedáneo era un magistrado de bajo rango que solamente tomaba parte en causas leves, no tenía tribunal y actuaba de pie, es decir escuchaba los alegatos sin sentarse y decidía sin trámites. Además era asesor o consejero del pretor romano[1], a cuyos pies se sentaba, de ahí también mantiene la relación con pes-pedis. Por tanto se trataba de un juez subalterno que interviene en causas menores de poca importancia.

Así pues, 2000 años después seguimos existiendo esta suerte de magistrados, a día de hoy designados por nuestros propios vecinos, con el fin de encabezar y representar nuestra pedanía, atendiendo los asuntos que en ella surjan. 

En futuras entradas seguiremos desgranando conceptos tradicionales, históricos o culturales de nuestro entorno rural, porque para apreciar una realidad lo primero es conocerla. 



Autora: Tais Roldán / Foldada
Imagen: Unsplash




[1] Recitaciones de Derecho Romano Vol.II Johann Gottlieb Heinecke. Imprenta de Don Norberto Llorenci. 1842 (pág. 379)




TIEMPOS DE HUEBRA



Estamos viviendo tiempos extraños. De repente llegó nuestro Terror del año 1000, mil años después. No la vimos venir, o no lo quisimos ver venir. De cualquier forma está aquí. Una pandemia en pleno mundo desarrollado, y nos ha tocado a nosotros, invencibles, dueños y señores de la Tierra, a nosotros. Un puñetero virus descontrolado y con mucha mala leche, eso sí, muy democrático, que lo mismo le da ricos que pobres, que altos o bajos, guapos o feos, le da igual, todos le van bien. Y ha puesto todo cuanto conocemos patas arriba, nuestra forma de vida, nuestra rutina, todo. Nos ha pinchado la burbuja en la que estábamos tan a gusto y nos ha dado un baño frío y a presión de realidad de la buena, de la que hace temblar los cimientos de cualquiera.

Nos ha puesto al límite, a todos, a nuestra verdadera joya, el Estado del Bienestar, demostrando su auténtico propósito, nos ha encerrado como osos en jaulas, parando el gran buque insignia de Occidente, la Economía, sin saber qué va a pasar mañana. Y esta zozobra se lleva mal, pero se lleva. No soy capaz de imaginar cómo se siente la gente que además de ver temblar el mundo bajo sus pies,  a la incertidumbre de no saber que nos depara el futuro le tienen que sumar tener familiares , amigos o allegados contagiados y en el peor de los casos fallecidos.

En medio de esta tormenta se ve lo bueno y lo malo de esta especie nuestra, estos terremotos tienen una cosa buena, y es que hacen caer las máscaras a todos, solidarios, mediocres, comprometidos, responsables o tontos a secas. 

Este panorama de película de serie B en la que vivimos también afecta al medio rural, el nuestro. Por supuesto que nos afecta, como a todos, nos somos tan diferentes. La diferencia radica en el equilibrio y la densidad. Las grandes ciudades tienen grandes densidades de población por km2, por tanto la reclusión debe ser mucho mayor, la cosa esta de la distancia. En cambio en el medio rural, y más aún en pueblos como los nuestros que muchos no pasan de los 30 habitantes, se da el caso inverso es decir, tenemos densidades de población muy bajas para territorios muy extensos, o lo que es lo mismo ya vivíamos con la distancia social de antes, y disfrutamos de pequeños lujos como patios enormes e incluso hay casos en el que eres tu sólo en el pueblo, así que el confinamiento ya lo tenías de antes. Por tanto este desequilibrio de población y territorio se ha convertido en la envidia de todos.  En este momento este desequilibrio es "bueno", nos favorece respecto al resto (urbano) pero el problema continúa. Si te desequilibras de la bici te caes, si se desequilibra tu organismo enfermas y si desequilibra una construcción se viene abajo, por tanto el desequilibrio no es bueno, que quede claro.




Aprovechando que por envidia, o simple anécdota cateta de informativo, lanzamos este concepto tan de pueblo, tenemos que tocar a huebra, en todos lados y para todos. En los pueblos se toca a huebra para hacer trabajos comunes de mejora en el pueblo, es decir arrimar el hombro entre todos para estar mejor todos. Desde Pueblos Vivos, que somos muy de huebras, no tanto de limpiar arroyos, como de mantener vivo el tejido social de nuestros pueblos, sin siglas, sin colores, simplemente estar ahí dinamizar el entorno y hacer cosas entre todos. A fin de cuentas el movimiento se demuestra andando. Así que seguimos con nuestras huebras particulares, ya sean hacer chorizos, charlas, o lo que sea que sirva para que nuestros pueblos sigan siendo vivos.




Autora: Tais Roldán

Foldada
cosasdetais.blogspot.com.es
Imagen: Pueblos Vivos

CHORIZADA EN PUENTETOMA


Febrero/2020


Cuando me presentaron la idea de Pueblos Vivos fue como el destello de una estrella fugaz. Era luminoso y llamativo. Y también era un chorro de agua fresca. En primer lugar, porque quienes lo iniciaron, tenían algo diferente y novedoso en la Castilla que yo conocía: su juventud. Siempre he creído que los mejores cambios y quizás los únicos, deben salir de la mente de quien tiene mucha vida por delante. Otro aspecto tentador, fue que estas personas viven y disfrutan de sus pueblos, y sobre todo, que no desean salir de ellos para residir en capitales saciadas de soledad y caras desconocidas. Y a mí, que he salido de un lugar así a la búsqueda de un retiro, este proyecto me causó una grata y agradable sorpresa. Pues el hecho de que un grupo de personas quisieran dedicar una parte de su tiempo a que sus pueblos estén vivos, avivó mi interés e hizo que tomara esta iniciativa como algo sobresaliente. Y me apunté de inmediato.

El día empezó bien. No hacía demasiado frío para ser febrero y en Puentetoma se organizó una jornada para retomar una de las actividades de larga tradición en todos los pueblos de España. Al menos, parte de la tradición, ya que al cochino no le tuvimos que sacrificar. Esperábamos una afluencia considerable de participantes provenientes de varios pueblos de alrededor. Y he de reconocer que fue nutrida. El taller que se organizó fue para hacer chorizos. Se preparó una tanda de ellos picantes e igual cantidad, más o menos, sin picar para los paladares menos exigentes. Y para guardar la tradición, se trajo una artesa centenaria de Foldada que la utilizamos para empastar la carne. Y con procedimientos manuales lo fuimos embutiendo. Todos participaron, tanto del amasado como del atado de las piezas, cada uno provisto de sus guantes oportunos.

Cristina se manchó de pimentón amasando, Luis preparó y ofreció su receta de los aderezos, Santi trajo la máquina y nos demostró su valía a la hora de que no saliese demasiada masa por el embudillo mientras enseñaba a Simón; Fernando, Francisco, las tres o cuatro Teresa que participaron no tuvieron reparo a la hora de mancharse las manos, Carmen hizo un curso acelerado de cómo se atan los chorizos y creo que obtuvo un notable alto y los niños, ayudados por Isis, embutieron unos cuantos de ellos. Mientras tanto, otro grupo como Avelino, Fina, Tino, Sonia y los de La Puente, dispusieron unas mesas dentro de la Casa del Pueblo. David preparó los fogones y cuando estaba todo embutido y el fuego en su punto, empezó a cocinar unas jijas y un buen puñado de huevos fritos, que hicieron las delicias de todos los comensales. Hubo comida incluso para unos rezagados de Foldada que ya no pensaban comer. Algo de postre y una foto para inmortalizar el día.


Puentetoma fue un Pueblo Vivo ese sábado.


Autor: Luis








Fotografías: Pueblos Vivos