TIEMPOS DE HUEBRA



Estamos viviendo tiempos extraños. De repente llegó nuestro Terror del año 1000, mil años después. No la vimos venir, o no lo quisimos ver venir. De cualquier forma está aquí. Una pandemia en pleno mundo desarrollado, y nos ha tocado a nosotros, invencibles, dueños y señores de la Tierra, a nosotros. Un puñetero virus descontrolado y con mucha mala leche, eso sí, muy democrático, que lo mismo le da ricos que pobres, que altos o bajos, guapos o feos, le da igual, todos le van bien. Y ha puesto todo cuanto conocemos patas arriba, nuestra forma de vida, nuestra rutina, todo. Nos ha pinchado la burbuja en la que estábamos tan a gusto y nos ha dado un baño frío y a presión de realidad de la buena, de la que hace temblar los cimientos de cualquiera.

Nos ha puesto al límite, a todos, a nuestra verdadera joya, el Estado del Bienestar, demostrando su auténtico propósito, nos ha encerrado como osos en jaulas, parando el gran buque insignia de Occidente, la Economía, sin saber qué va a pasar mañana. Y esta zozobra se lleva mal, pero se lleva. No soy capaz de imaginar cómo se siente la gente que además de ver temblar el mundo bajo sus pies,  a la incertidumbre de no saber que nos depara el futuro le tienen que sumar tener familiares , amigos o allegados contagiados y en el peor de los casos fallecidos.

En medio de esta tormenta se ve lo bueno y lo malo de esta especie nuestra, estos terremotos tienen una cosa buena, y es que hacen caer las máscaras a todos, solidarios, mediocres, comprometidos, responsables o tontos a secas. 

Este panorama de película de serie B en la que vivimos también afecta al medio rural, el nuestro. Por supuesto que nos afecta, como a todos, nos somos tan diferentes. La diferencia radica en el equilibrio y la densidad. Las grandes ciudades tienen grandes densidades de población por km2, por tanto la reclusión debe ser mucho mayor, la cosa esta de la distancia. En cambio en el medio rural, y más aún en pueblos como los nuestros que muchos no pasan de los 30 habitantes, se da el caso inverso es decir, tenemos densidades de población muy bajas para territorios muy extensos, o lo que es lo mismo ya vivíamos con la distancia social de antes, y disfrutamos de pequeños lujos como patios enormes e incluso hay casos en el que eres tu sólo en el pueblo, así que el confinamiento ya lo tenías de antes. Por tanto este desequilibrio de población y territorio se ha convertido en la envidia de todos.  En este momento este desequilibrio es "bueno", nos favorece respecto al resto (urbano) pero el problema continúa. Si te desequilibras de la bici te caes, si se desequilibra tu organismo enfermas y si desequilibra una construcción se viene abajo, por tanto el desequilibrio no es bueno, que quede claro.




Aprovechando que por envidia, o simple anécdota cateta de informativo, lanzamos este concepto tan de pueblo, tenemos que tocar a huebra, en todos lados y para todos. En los pueblos se toca a huebra para hacer trabajos comunes de mejora en el pueblo, es decir arrimar el hombro entre todos para estar mejor todos. Desde Pueblos Vivos, que somos muy de huebras, no tanto de limpiar arroyos, como de mantener vivo el tejido social de nuestros pueblos, sin siglas, sin colores, simplemente estar ahí dinamizar el entorno y hacer cosas entre todos. A fin de cuentas el movimiento se demuestra andando. Así que seguimos con nuestras huebras particulares, ya sean hacer chorizos, charlas, o lo que sea que sirva para que nuestros pueblos sigan siendo vivos.




Autora: Tais Roldán

Foldada
cosasdetais.blogspot.com.es
Imagen: Pueblos Vivos

No hay comentarios :

Publicar un comentario